El pasado 17 de noviembre se conmemoró el día de los niños prematuros. Este día se comenzó a celebrar el año 2011 con el fin de generar mayor consciencia acerca de los nacimientos prematuros, los desafíos que tienen que atravesar esos niños y sus familias, y la importancia de los cuidados físicos y emocionales tanto en el bebé como en su madre y familia tras el parto.


Cada año, más de 13,5 millones de niños nacen prematuramente, es decir, antes de las 37 semanas de gestación. Estos 13 millones incluyen tanto a niños que nacen unos pocos días antes de las 37 semanas (prematuro tardío) como a niños que nacen de 26, 27 o 28 semanas de gestación (prematuro extremo).
Hoy quiero poner este tema acá no para hablar de números, causas ni tratamientos, sino para hablar del tremendo impacto emocional que tiene un parto prematuro a nivel familiar.


La gran mayoría de familias de niños prematuros se enteran del nacimiento de su hijo pocos días o horas antes de que ocurra, porque la mayoría de las veces este comienza de forma sorpresiva y todo avanza con mucha rapidez. La inmediatez y la urgencia no dan mucho espacio a la información y a la contención de esos padres, por lo que la llegada al mundo de esa guagüita tan esperada muchas veces da pie a  trastornos emocionales  complejos en torno a la situación de  stress vivida ; tanto para   madre como  padre. ( Concepto de  síndrome de stress post traumático PTSD en sus siglas en inglés).


Lo que una madre espera tras el parto es que su guagua permanezca junto a ella, espera tocarla, olerla y abrazarla. Sin embargo, en la mayoría de los partos prematuros la madre tiene que hacerle frente, en pleno postparto, al shock de ver a su hijo lejos de ella, en una incubadora artificial y, en muchos casos, conectada  a un sin fin de máquinas que aterran , lo hacen lejano y que frenan o dificultan el contacto libre espontáneo e instintivo. 


 El padre por su lado  , que habitualmente   recibe poca  atención e información, tiene que cargar también con la enorme responsabilidad de contener su propio dolor y proteger la salud de esa diada madre-bebé.


Inevitablemente el vínculo entre esa mamá y esa guagüita se ve interrumpido por todo lo que pasa a su alrededor, y en muchos casos, la separación que se hace entre ese recién nacido y su madre es un factor más de sufrimiento y estrés para ambos.


La semana pasada, el Instituto Europeo de Salud Mental Perinatal, pioneros en la salud socio-emocional de la diada madre-bebé, impulsaron una campaña para promover la Separación Cero tras partos prematuros (término acuñado por Nils Bergman, Médico especialista en neurociencia perinatal), precisamente porque ya hay investigaciones que muestran que la separación que se creía necesaria ante el escenario de un recién nacido prematuro, en realidad la mayoría de las veces perjudica más de lo que protege. Y que a no ser que sea estrictamente urgente, los niños prematuros se tienen que mantener en contacto estrecho y continuo con su madre, padre o cuidador/a. 


Lo que cualquier recién nacido necesita, pero en especial los prematuros, es el contacto directo con su madre, escuchar sus latidos, regular su temperatura a través del calor de su piel, sentir su voz, iniciar la lactancia, recibir esos nutrientes y sentir que aún está siendo gestado por su madre. Más que una incubadora artificial, lo que un recién nacido necesita es el cuerpo de su madre. Ese es y siempre será el hábitat de un bebé.


Micaela Valdatta, Psicologa perinatal Casa de Parto 

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